sábado, 13 de diciembre de 2008

Mi confrontación con la docencia

MI CONFRONTACIÓN CON LA DOCENCIA
El haberme iniciado como maestro tiene para mí una connotación socioeconómica, nací en el seno de una familia rural, humilde y numerosa; curse tres años de primaria, secundaria y bachillerato fuera del lugar donde nací, en un ambiente de carencias y penurias. Por esa razón busque como opción para hacer una licenciatura las escuelas internados, sin fijarme en las carreras que ofertaban; y así, después de un reñido examen de selección fui aceptado en el Instituto Superior de Educación Tecnológica Agropecuaria de Roque, Celaya Gto. Donde curse la carrera de Licenciado en Pedagogía con la Especialidad de Agricultura, curiosamente, ya cursando el cuarto semestre, me di cuenta a conciencia de que era una carrera para ser maestro a nivel medio superior de escuelas agropecuarias.
En Julio de 1984 la SEIT publicó una convocatoria para participar en un examen de oposición para ingresar a trabajar a la Dirección General de Educación Tecnológica Agropecuaria, es decir a los C.B.T.A.s, presente el examen y Salí agraciado en la lista de seleccionados, me mandaron a un curso de quince días a Tepic Nayarit y de ahí al Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario No. 172 de Rodeo, Dgo. Y hasta la fecha aquí sigo como maestro.
Al iniciar a trabajar como maestro contaba con 22 años de edad, mis alumnos rondaban entre los 15 y 21 años, nos hicimos muy amigos, convivíamos en el trabajo de las materias que me asignaba la dirección del plantel; convivíamos fuera del plantel por las tardes y fines de semana, como adolescentes que éramos. En este compañerismo, me di cuenta de los intereses de mis alumnos, sus preocupaciones, sus metas y claro, sus problemas diversos. Fue en estas circunstancias en que aprecié lo bonita que es la profesión de ser maestro.
Desde entonces he tenido muchas satisfacciones como docente, y éstas nunca han sido económicas, sino afectivas, y cuando digo afectivas, tampoco todas gratificantes, ha habido momentos amargos, como cundo algunos de mis alumnos me decían abiertamente que no me iban a decir maestro porque estaba muy jovencillo, que no sabía nada, que dudaban que fuera licenciado, etc. En otros momentos, hasta confrontaciones personales con alumnos por cuestiones de trabajo y evaluaciones, y qué decir, de los pleitos con mis compañeros de trabajo por cuestiones de planeaciones didácticas, asistencias puntuales, entrega de evaluaciones en tiempo y forma, opciones sindicales, jefaturas de departamentos, etc.
Han pasado los años ahora tengo alumnas y alumnos de mis exalumnas y exalumnos, me complace escucharlos diciendo que me mandan saludar sus padres, que me conocen y que les da gustos saber que yo soy su maestro. Esto me hace sentir orgulloso de mi profesión y mi trabajo; quizás lo que no ha cambiado con el tiempo es la manera como trato a mis alumnos, con respeto, procuro siempre escucharlos, interesarme en sus pláticas, no humillarlos y tampoco ponerme en el lugar de su padre para sermonearlo.

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